Travesía hacia el futuro
Es inevitable. En el tránsito entre un año y otro siempre, instintivamente los seres humanos entramos en un período de reflexión y repaso, por un lado, en el cual revisamos lo bueno y lo malo del año anterior, y proyección hacia el futuro: qué vamos a hacer mejor, qué hábitos malos vamos a abandonar, etc. Con una mezcla de fe y ansiedad hacemos nuestras listas y tras el 1 de enero apretamos los dientes un poco a ver si lo logramos o no.
Con una mezcla de fe y ansiedad hacemos nuestras listas y tras el 1 de enero apretamos los dientes un poco a ver si lo logramos o no.
Este año quiero proponer algo más simple. Dos resoluciones. Lo hice -imperfectamente- el año pasado y que creo que a Ud. le podría servir también.
Ya para el 2021 estábamos un poco más acostumbrados pero la cosa siguió en el mismo camino: los adultos vivimos cambios en nuestras vidas laborales: algunos tuvimos que trabajar mucho más de lo normal, otros perdimos trabajo. Para los niños, la vida escolar también dio un giro de 180º: escuela remota, todo por zoom, la casa llena de cables cruzándose en rincones inimaginables, conexiones de internet caprichosas, pantallas quebradas, audífonos rotos…en fin.
El año 2020, si se acuerdan, el inicio de la pandemia nos catapultó a una realidad nueva, inesperada, que muchos calificamos de ciencia ficción.
Y después de eso, los calendarios híbridos locos, mascarillas en clase, distanciamiento social, formularios y pases para entrar a la escuela… un año agotador. Y para qué decir, algunos entre nosotros tuvieron que lidiar con la enfermedad e incluso la muerte de familiares y seres queridos.
Hace exactamente un año, me pregunté: ¿qué diablos hago? ¿Qué sentido tiene plantear resoluciones de año nuevo? Yo como muchos tuve una avalancha de desafíos en el 2020, en el plano personal, profesional, médico/dental. Frente a 2021 no tenía energía para plantear más. Pero necesitaba hacer algo. En realidad lo que necesitaba era ayuda.
¿Dónde busqué esa ayuda? Fui por lo simple. Dos desafíos: leer y escribir todos los días. No Ulíses de James Joyce ni el Quijote. Todas las mañanas, antes de preparar el desayuno de mis hijas, antes de ducharme, antes de revisar los mails que nunca terminaban ni terminarán de llegar, me dedicaría un ratito corto a leer lo que fuera. Y luego escribir: aunque fuera un párrafo para decirme “no tengo tiempo para escribir”, iba a escribir todos los días.
¿Y?
La lectura y la escritura me transformaron en el año 2021. Sin poder viajar mucho por la pandemia, viajé con los libros – a España con Federico García Lorca, a Inglaterra con Wordsworth, CS Lewis y Carlos II, a Perú con César Vallejo, a México, a Guatemala, a la Patagonia chilena, y también a diferentes partes de Estados Unidos. Con las novelas y las biografías, pude ver diferentes modos de vivir, diferentes perspectivas sobre problemas y diferentes formas de contar historias. Con la poesía pude sentir diferentes cosas a través de las palabras. Y luego me ponía a escribir. A veces anotaba las cosas que me habían pasado en el día; a veces, hurgaba en mi psicología personal, mi ser más recóndito, y sacaba conclusiones muy profundas.
Por supuesto fue imperfecto, muy imperfecto. Hubo días que simplemente no pude. Cuando mi hija se enfermó. Cuando el trabajo me dejó trasnochada. Cuando me quedé en cama un día sábado viendo televisión por el puro placer de ver cosas tontas.
Pero los lapsos fueron pocos. No porque soy particularmente cumplidora sino porque después de un par de meses, la rutina se convirtió en un ritual, y muy rápidamente empecé a sentir los cambios, los “resultados” si se quiere.
Y ¿cuáles fueron esos resultados? Por un lado, una lista de textos leídos y un documento word con cierto número de páginas escritas. Pero hubo otros resultados, que no tienen que ver con el número de logros, o de hacer algo mejor o más rápido. El ‘resultado’ de esta práctica fue infinitamente más grande y sutil.
El resultado era una actitud. Una actitud de apertura, de sentir que sí podía con cualquier desafío que la vida me tiraba. No estoy del todo segura de la razón por la cual la lectura y la escritura me hicieron este efecto pero los expertos en lectura y escritura siempre dicen lo mismo: que cuanto más se lee, mejor se lee, mejor se comprende. Cuanto más se escribe, mejor se escribe, mejor se comunica. La lectura y la escritura son caminos de doble sentido. Nos encaminan hacia el mundo externo, y también nos encaminan hacia dentro. Y cuanto más leemos y escribimos, a más lugares llegamos – lugares internos, a veces inesperados donde, de repente, nos sentimos iluminados con ideas, perspectivas y soluciones a problemas que, en la bulla del día a día, no encontraríamos.
El librito que compartimos este mes es sobre Selenio, un simpático repartidor galáctico de pizzas: un empleado muy dedicado que, en cierto momento, se encuentra en problemas. Una pizza que debe entregar se enfría, le entra el miedo de que le van a despedir si no logra llegar con la pizza caliente a ese domicilio astral.
No quiero contarles el desenlace. Solo les diré que a Selenio le llega una inspiración. Y de esa inspiración, una solución. Igual que mis resoluciones del año 2021, Selenio encuentra la solución a su problema pidiendo ayuda a otro. Encontrando un camino diferente al que normalmente toma, para iniciar un viaje nuevo e inesperado. Exactamente lo que la lectura y la escritura nos invitan a hacer.
Proponer una práctica diaria, consistente, de lectura y escritura puede abrir puertas inesperadas hacia lugares, inspiraciones y soluciones que jamás podríamos imaginar. Un camino de doble sentido que nunca termina.
Nunca vamos a cumplir a la perfección nuestra lista de “desafíos del año nuevo”. Pero no por ello no hay que intentar. Proponer una práctica diaria, consistente, de lectura y escritura puede abrir puertas inesperadas hacia lugares, inspiraciones y soluciones que jamás podríamos imaginar. Un camino de doble sentido que nunca termina. Así que, en el espíritu del año nuevo, y de nuevos comienzos, les invito a abrir este regalo, juntarse conmigo en esta travesía sin fin hacia nosotros mismos y, tal vez, hacia el espacio exterior donde, quién sabe, tal vez nos crucemos con Selenio.